sábado, 1 de octubre de 2011

Por nuestra eternidad


Cuando nuestras almas se alzan firmes, en silencio, frente a frente, cada vez más cerca, hasta que arden nuestras alas extendidas y se abrasa cada rincón de su curva, ¿qué mal amargo puede el mundo causarnos si nos tenemos el uno al otro? Devoremos nuestro paso por la tierra, amada mía, huyamos del capricho cruel de los hombres que arrinconan los espíritus puros. Inventemos juntos un lugar lleno de luz donde resistir erguidos, donde amarnos siquiera por un día. Aún se acecha nuestra oscura última hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario