sábado, 13 de julio de 2013

LifeTime*



 
 
 
-        Por favor-decía el anciano caballero-, sube a uno de los botes y sálvate.

-        No, deja que me quede contigo. –le contestó su esposa.

 Abelseth se volvió y miró hacia otra parte.

Isidor Straus pensaba en la amarga ironía de su testamento. En un párrafo especial insistía a la señora Straus para que fuera ‘’un poco egoísta’’ , ‘’no pienses siempre únicamente en los demás’’. A lo largo de los años se había sacrificado tanto, que la animaba especialmente a que disfrutara de la vida cuando él ya no estuviese. Ahora, las cualidades que tanto admiraba en ella demostraban que no se cumpliría su deseo.

Era el momento en que hasta los recuerdos más insignificantes acudían a atormentar a las personas.

 

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