Eso fui. Una suerte de botella echada al mar. O tal vez una primavera que avanzaba a destiempo. O un suplicante desde el Más Acá. Eso fui y muchas cosas más. Un niño que se prometía amaneceres con torres de sol. Y aunque el cielo viera encapotado, seguía mirando hacia adelante, hacia después. Aprendí definitivamente los colores, me adueñé del insomnio, lo llené de memoria y puse amor en cada parpadeo. Eso fui en los umbrales del futuro, inventándolo todo, lustrando los deseos, creyendo que servían, y claro que servían, y me puse a soñar lo que se sueña cuando el olor a lluvia nos limpia la conciencia. Y pensar que todo estaba allí, lo que vendría, lo que se negaba a concurrir, los angustiosos lapsos de la espera, el desengaño en cuotas, la alegría ficticia, lo que iba a ser verdad. Resumiendo: el porvenir de mi pasado tiende a gozar, a sufrir, a corregir, a olvidar, a descifrar, a mejorar y sobretodo, a guardarlo en el alma como reducto de última confianza.